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La creatividad y la gamificación son las mejores estrategias para mejorar la calidad educativa en las escuelas.

Bogotá, agosto de 2024. – “Cuando secas una lágrima de un niño, la tomas y la encapsulas en tu vida…” Son las palabras con las que la maestra Isabel Cristina Sierra Lopera inicia su conversación, refiriéndose a la importancia del amor como base de la docencia y a esas historias que, al entrelazarse con el corazón, los estudiantes siempre recuerdan.

Isabel Cristina es cartagenera de pura cepa. Hace 43 años llegó a este mundo, de madrugada, en medio de un aguacero torrencial; desde entonces, su madre supo que sería una niña trabajadora y echada para adelante. No se equivocó: desde pequeña, Isabel Cristina mostró una inclinación natural por ayudar a los demás y dedicó su infancia al voluntariado.

Durante el bachillerato, su participación en las horas sociales de alfabetización le permitió ser auxiliar de una docente y la dinámica de trabajar con niños sordos la cautivó. Fue allí donde nació su interés por la docencia.

En esa misma época, su hermano menor fue diagnosticado con autismo, un golpe duro para la familia, pero una gran motivación para que Isabel Cristina siguiera el camino de la educación inclusiva, impregnada de amor. Desde entonces, Isabel Cristina y su hermano han sido inseparables.

Al ingresar a la universidad, su deseo de ayudar a otros se intensificó y comenzó su voluntariado en FIDES, Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Educación Especial en Colombia. Hoy en día, sigue brindando apoyo desde su profesión, movida únicamente por el interés de servir y recibir un simple “gracias”.

 

Entre lágrimas y vida

 

Un día en la vida de Isabel Cristina comienza en la madrugada, preparando el morral de su hijo de 10 años, quien tiene autismo y TDAH. Luego estudia alrededor de tres horas, analizando la planeación, los ajustes y los planes de contingencia. A las 6:18 a.m., llega al colegio, inicia el día con una sesión de Jump Math y luego repasa con la aplicación de ProFuturo. Su jornada escolar continúa hasta las 12:00 m., cuando los niños salen, y sigue apoyando en la jornada extendida hasta el mediodía.

Por la tarde, Isabel Cristina lee y trabaja en su tesis de maestría titulada: “Factores que inciden en la ansiedad matemática”. Además, revisa las tareas de su hijo, con el apoyo de su pareja, Juan Carlos Martínez Padilla, su mejor amigo.

Al final del día, a pesar de las lágrimas causadas por el padecimiento de una enfermedad crónica, producida por la alteración de las cardiolipinas, Isabel Cristina se autoevalúa y anota en su bitácora los aspectos por mejorar, con el objetivo de seguir guiando a otros en la docencia y sirviendo con más amor y entrega que nunca.

 

Más allá de la docencia

 

“Un docente en mi contexto tiene muchas responsabilidades: desde colocarse en los zapatos de cada uno de los padres hasta reparar el corazón de los niños. Somos tejedores de ilusiones y enredaderas de amor; ese es mi principal eje de acción. Los niños, al sentir ese amor, aprenden lo que sea”, asegura Isabel Cristina, entre sonrisas.

Aunque reconoce que la falta de recursos, las plantas físicas y las infraestructuras a veces representan desafíos importantes en la docencia, está convencida de que la creatividad y la gamificación son las mejores estrategias para mejorar la calidad educativa en las escuelas.

“Para mí, ser docente es todo. Vivo por ello y para ello; es más un estilo de vida que un trabajo. La Fundación Telefónica Movistar me ayudó cuando más lo necesité, inicialmente con el Flipped Classroom y las plataformas como Classroom, en un contexto con tantos chicos con necesidades educativas especiales. No me alcanzarían las palabras para describir todo lo que nos brindan como ecosistema educativo. He tomado más de diez cursos, desde Scratch, el proyecto bandera del colegio, hasta edición de videos e inteligencia artificial”, añade.

Isabel Cristina agradece el camino recorrido hasta este momento y reconoce a ProFuturo por su apoyo a la niñez colombiana y al asesor pedagógico Rafael Elías Menco Pájaro por su amor incondicional a su escuela, Institución Educativa Benjamín Herrera, sede Ángela Dorado, que ha servido a la comunidad durante 113 años.

Isabel Cristina: tejedora de ilusiones que nunca se acaban
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