¡Hola compañeros!
La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar, tengo una mezcla de sentimientos extraños que son muy difíciles de explicar. Estaba muy nerviosa antes de irme a este proyecto ProFuturo en Colombia, parecía que no llegaba la fecha y, aunque es duro; hola realidad, ya estamos de vuelta…
Cuando me reuní en el aeropuerto de Madrid con los que serían mis compañeros durante dos semanas todavía ninguno éramos concientes de lo que este viaje iba a suponer para nuestras vidas personales, y también profesionales. De Madrid partía con mis compañeros de Fundación la Caixa (este proyecto ProFuturo es una iniciativa impulsada por Fundación Telefónica y Fundación Bancaria “la Caixa”) y a medida que llegábamos a Bogotá conocí al resto de compañeros de Telefónica que venían desde Argentina, Chile, Alemania y Colombia para este proyecto.
La verdad es que no sé por qué digo proyecto; ¡es un proyectazo! Quién me iba a decir a mí, que tras varios procesos de selección para este voluntariado internacional estaba representando a Fundación Telefónica, llevando a un entorno vulnerable el instrumento más poderoso para reducir la desigualdad y construir las bases para un crecimiento sostenible a nivel mundial: la educación.
Creo que hemos sido agentes de cambio para esos niños, adolescentes y docentes
Desde el primer momento en el que estuvimos todos juntos y viajábamos a Neiva, lugar en el que desarrollaríamos el proyecto, cada uno de nosotros sabía que tenía una gran responsabilidad entre manos. ¡Qué intenso todo desde el principio! Yo que pensaba que “madrugar” era duro. ¡A las 05:00h despertábamos todos los días! Ahora ya no me cuesta tanto madrugar…
Recibimos formación para poder crear los recursos que utilizaríamos dando clase. Sí, sí, sí; leéis bien… ¡dar clase! Principalmente el proyecto consiste en enseñar y trabajar con los docentes partiendo de las enseñanzas que tienen definidas en su plan, pero apoyándose en la tecnología y herramientas como tablets, ordenadores y proyectores. Instrumentos tecnológicos para impartir la enseñanza y, valga la redundancia, enseñar a los niños que es posible aprender divirtiéndose.
También nos formaron antes del proyecto, e incluso una vez allí, para ayudar a los profesores a conseguir una educación más digital. Querían prepararnos para que pudiéramos aportar a los niños habilidades de relacionamiento y otras competencias gracias a la digitalización y actividades lúdico- recreativas.
Qué experiencia… Es muy complicado poder expresar cómo me siento, de verdad… Y muy complicado también expresar todo lo que hemos recibido. El primer día que pisábamos el colegio sabíamos que ese desafío de trabajar con tecnología no sería fácil para docentes y alumnos, pero… ¡Pusieron tantas ganas por aprender! ¡Tanto entusiasmo los profes por enseñar! ¡Qué brutalidad de experiencia!
Todavía siento un vacío de no poner el despertador a las cinco de la mañana para darme una ducha rápida y bajar con mi compañera Diana a desayunar con el resto de los que en un momento eran compañeros y ahora, serán grandísimos amigos. Esperar que llegara el autobús para ir al colegio e ir todos los días con los nervios a flor de piel… no hubo ni un único día en el que los niños y niñas no estuviesen esperando en la puerta del cole para abrazarnos y recibir todo su cariño y amor. Nunca una sonrisa me había reflejado tan bien la inocencia y el compartir.
Nuestra función principal fue desplegar este innovador proyecto, pero nos hemos dado cuenta de que solo hemos plantado la semilla
Ah, se me olvidaba comentaros… a los adolescentes también les dimos clases, pero en este caso de un tema que me encanta; me venía como anillo al dedo… ¡uso responsable de las redes sociales! Impresionante escuchar a los jóvenes hablar con tanta entereza sobre las aspiraciones, sueños y objetivos que querían conseguir sin poner ningún límite.
La verdad que este es un muy muy breve resumen de esta ¡inolvidable experiencia!
